Tradiciones
y Costumbres
Fotografía
Siglo XIX
Desde 1840 hasta principios del siglo XX, ocurren los
cambios más significativos en cuanto a la evolución
de la técnica fotográfica en el mundo y por ende en
relación con sus usos: se cambian los soportes, se
disminuyen los tiempos de exposición, se logra sacar
copias de un mismo original y se obtienen cámaras de
pequeñas dimensiones, baratas y con lentes de gran
potencia, que permiten la movilidad total del fotógrafo.
En Venezuela, este tránsito está marcado por la
llegada y uso, primero, del daguerrotipo y luego por
una cantidad indeterminada de variantes de éste que
se anunciaban como los más grandes adelantos del
momento. En julio de 1839 llegan al país las primeras
noticias del invento. El primer daguerrotipo arriba a
Venezuela en febrero de 1840 y el 7 de diciembre de
ese mismo año, Antonio Damirón, impresor de origen
francés residenciado en Caracas, intenta traer un
equipo de daguerrotipia, el cual se extravía en la
aduana de La Guaira. En 1841, el viajero Francisco Goñiz
toma los primeros daguerrotipos en el país y apenas
se marcha, otro viajero, José Salvá, lo sustituye;
éste vende sus artefactos a José Antonio o J.
Vicente González (se anuncia con ambos nombres),
quien posiblemente sea el primer fotógrafo
venezolano. Para 1852, en Caracas, Basilio Constantin
y Gabriel Aramburu ofrecen realizar fotografías sobre
papel. Ya son numerosos los fotógrafos que hacen
retratos en estudio y en oposición, escasos los que
fotografían el paisaje, debido sobre todo a las
dificultades técnicas que confrontaban. En esta última
temática, resaltan el húngaro Pál Rosti quien hace
en 1857 unas interesantes e inolvidables tomas, con la
técnica del colodión húmedo, de Caracas y el
interior del país; Federico Lessmann, litógrafo alemán
residenciado en el país, que realiza una importante
colección de paisajes y retratos a partir de los años
1860. Algunos pintores, entre ellos Martín Tovar y
Tovar, también exploran en esta época la técnica
fotográfica. Un hecho a resaltar en la fotografía
venezolana del siglo XIX, es la temprana participación
de fotógrafos en las exposiciones de Bellas Artes. En
1872, para la llamada Primera Exhibición de las
Bellas Artes, celebrada en el Café del Ávila y
organizada por el inglés James Mudie Spence, a
solicitud de sus amigos venezolanos, 2 fotógrafos de
Caracas participaron con su producción: Próspero Rey
y José Antonio Salas. Este último había trabajado
junto al pintor Martín Tovar y Tovar en la Fotografía
Artística, uno de los primeros estudios fotográficos
de la capital en la década de 1860. Salas (quien era
médico de profesión y padre luego del pintor Tito
Salas) participa también en la Exposición Nacional
organizada en 1883 en Caracas con motivo de la
celebración del primer centenario del nacimiento del
Libertador Simón Bolívar; en esta segunda
oportunidad participó junto a su entonces socio, el
dibujante Gerónimo Martínez Sánchez. Una muestra más
de la importancia concedida a la fotografía en estas
últimas exposiciones, gracias a la Compañía Inglesa
del ferrocarril de Caracas-La Guaira, inaugurado en
1883, es la presencia de fotomurales con vistas de
Londres. El año 1889 supone un hito en la fotografía
venezolana, ya que el 31 de marzo, El Zulia Ilustrado
publica las primeras imágenes fotográficas en la
prensa nacional de que se tenga noticia, gracias al
procedimiento del fotograbado, aunque los clichés se
procesaban en Nueva York. El Cojo Ilustrado, de
Caracas, a partir de 1892, recoge las imágenes
producidas por fotógrafos venezolanos como es el caso
de Federico Carlos Lessmann (hijo de Federico
Lessmann) y sobre todo, del más importante entre los
fotógrafos de esa época: Henrique Avril. Este último
recorre con su esposa, María de Lourdes Ugueto, una
de las primeras fotógrafas venezolanas, el interior
del país, retrata paisajes, escenas, formas de vida y
el drama de la Revolución Libertadora (1901-1903). Un
aspecto interesante es que, a pesar de las guerrillas
constantes, no se hace formalmente una fotografía de
los combates propiamente dichos o al menos, si se
hizo, no se conoce. J.D.
Siglo XX
En las primeras décadas del siglo XX, el retrato de
estudio se mantiene como género fotográfico hegemónico.
Tanto los venezolanos de la más alta burguesía como
los pertenecientes a las clases populares frecuentan
los estudios fotográficos con el fin de perennizar su
imagen a través de la cámara, siendo de los más
conocidos los de los fotógrafos Pedro Ignacio
Manrique o Servio Tulio Baralt en Caracas; el de
Manuel Trujillo Durán en Maracaibo o el de Eugenio
Rojas Camacho en Ciudad Bolívar. La mayor parte de
estos retratos de estudio, estilísticamente, se rigen
por un canon estereotipado: los sujetos asumen
posturas convencionales, rígidas y poco naturales en
las que difícilmente aflora la personalidad del
fotografiado. Es Pedro Ignacio Manrique uno de los fotógrafos
que introduce en el género retratístico elementos
propios de la estética pictoricista importados de la
fotografía finisecular europea, como el de retratar
personajes en situaciones teatrales o el de utilizar
alegorías e imágenes simbólicas inusuales en la
fotografía venezolana del período. Paralelamente a
esta fotografía de estudio la industria fotográfica
inicia su proceso de masificación: la Kodak anuncia
en la prensa y revistas de la época su cada vez más
sencillas y económicas cámaras; la fotografía
empieza a estar presente en cada fiesta familiar o
acto social. A pesar de la presencia hegemónica del
retrato, otros géneros como el paisaje o la
documentación de monumentos arquitectónicos se sigue
trabajando, algunas veces bajo el amparo de los
encargos oficiales, como es el caso del registro de
las iglesias y edificios públicos de Caracas que
realiza Servio Tulio Baralt con motivo del Centenario
de la Independencia (Álbum del Centenario, 1911).
Asimismo fotógrafos viajeros, esta vez representando
a las nuevas agencias fotográficas de Europa o
Estados Unidos como la Underwood & Underwood,
llegan al país para captar escenas costumbristas o
simplemente bellos paisajes naturales con el fin de
vender estas imágenes a publicaciones extranjeras.
El gobierno de Juan Vicente Gómez explota al máximo
las potencialidades propagandísticas y
comunicacionales de la fotografía para publicitar y
afianzar su régimen. A través del Ministerio de
Obras Públicas contrata por cada estado del país a
un grupo de fotógrafos que documentará las nuevas
edificaciones, etc., con el fin de dar la imagen de
una nación en pleno proceso de modernización. Una
importante documentación sobre los actos oficiales
del gomecismo, la vida social de la burguesía, el
proceso de modernidad de Caracas y su transformación
urbana y arquitectónica la tenemos en la vasta obra
de Luis Felipe Toro, «Torito», fotógrafo oficial
del régimen. Luego de la muerte de Gómez y producto
de la incipiente apertura democrática, comienza a
formarse una nueva generación de fotógrafos dentro
del genero del fotorreporterismo, quienes publican sus
imágenes de los acontecimientos cotidianos en los
principales diarios y revistas de la década de 1930 y
en especial de 1940 llevando implícitamente en ellas
alguna crítica social; entre fotorreporteros se
destacan Juan Avilán (Ahora) y luego Edmundo «Gordo»
Pérez (El Heraldo, La Esfera, El Universal y,
posteriormente, El Nacional), Rafael Hueck Condado,
Juan Martínez Pozueta, considerados los precursores
del fotorreporterismo con sentido moderno en
Venezuela. Resultado mismo del proceso de modernización
del país, del contacto de los jóvenes creadores
venezolanos con el ambiente artístico de las grandes
metrópolis, comienzan a realizarse en Venezuela las
primeras exposiciones fotográficas amparadas bajo el
concepto de lo artístico. La primera de ellas
organizada en el Ateneo de Caracas el año de 1934
bajo el nombre de I Salón de Aficionados al Arte
Fotográfico. Alfredo Boulton y Ricardo Razetti se
alejan de la óptica meramente documental que había
prevalecido hasta entonces en la fotografía
venezolana y tratan de hacer del oficio fotográfico
una expresión de arte, retomando y reinterpretando
bajo sus personales visiones, la estética de los
nuevos lenguajes de la vanguardia fotográfica
internacional con temas y asuntos nacionales. En 1938
Boulton expone fotografías de desnudos en el Ateneo
de Caracas, siendo ésta la primera exposición
individual de fotografía artística que se realiza en
Venezuela. Con otra muestra personal de la obra de
Boulton en el Museo de Bellas Artes, la fotografía de
arte entra a los recintos museísticos del país.
Asimismo este fotógrafo inaugura la publicación de
libros sobre autores fotográficos en Venezuela con Imágenes
del Occidente Venezolano (1940) y La Margarita (1952).
Ricardo Razetti se forma como fotógrafo en México en
los primeros años de la década de 1940 y trabaja
junto a los reconocidos fotógrafos mexicanos Manuel y
Lola Álvarez Bravo. Crea en 1949 el Servicio de Cine
y Fotografía del Ministerio de Educación, donde
organiza uno de los bancos de imágenes del país para
esa fecha. Carlos Herrera, contemporáneo de Razetti y
Boulton, se forma como fotógrafo en Estados Unidos
durante la década de 1930, retrata el paisaje caraqueño,
el cerro Ávila y la cordillera costeña con un punto
de vista y un sentido de la espacialidad pictóricos
afín a la de los pintores de la Escuela de Caracas.
El año de 1952, el Museo de Bellas Artes de Caracas
le organiza su primera muestra individual de fotografías.
En 1958 crea la cátedra de Fotografía Artística de
la Escuela de Artes Plásticas de Caracas. Fina Gómez,
quien ha vivido en París la mayor parte de su vida,
pertenece a esta generación de modernistas. Retrata
bajo una óptica formalista detalles del paisaje costeño
venezolano además que incursiona en el género retratístico
con sus cuidados y estilizados retratos de mujeres los
cuales aparecen publicados en sus obras Raíces y
Fotografías (1954). En los años 1950 son las
revistas las que publican y difunden la fotografía
artística de la década, fundamentalmente documental,
altamente formalista y que se interesa en plasmar imágenes
de costumbres o del paisaje venezolano con un alto
contenido nacionalista. Entre estas revistas destacan
Shell, El Farol, editadas por las compañías
petroleras, y Cruz del Sur. Particularmente la revista
Shell dedica un espacio fijo exclusivamente al arte
fotográfico. El fotógrafo y arquitecto Graziano
Gasparini, de origen italiano, ilustra con sus
fotografías de arquitectura colonial venezolana, sus
investigaciones históricas. El fotógrafo colombiano
Leo Matiz publica sus imágenes costumbristas,
asimismo Petre Maxim, de origen húngaro, quien más
tarde se dedica a la reproducción de obras de arte.
En la revista Cruz del Sur se publican reportajes
fotográficos de contenido social de los fotógrafos
Sara Guardia y Paolo Gasparini quien llega a Venezuela
procedente de Italia en 1954. Debido a la censura de
prensa propia de la dictadura perezjimenista, el
fotorreporterismo que había cobrado auge en la década
anterior ve limitado su campo de acción. Aún así
destacan algunos fotógrafos como Jaime Albánez y sus
imágenes de las nuevas figuras del cine y la televisión
venezolana. Durante la década de 1960 la revista El
Farol reproduce las imágenes de nuevos fotógrafos
venezolanos como Sebastián Garrido, José Garrido,
José Sigala y Bárbara Brändli quien llega a
Venezuela en 1950 procedente de Suiza y quien realizará
años después una importante documentación sobre los
indígenas del Amazonas. Dentro del grupo del «Techo
de la Ballena», el artista y fotógrafo Daniel González
muestra sus imágenes politizadas y sarcásticas junto
a los textos de Adriano González León en el libro
Asfalto-Infierno. A partir de esta década y durante
todos los años de 1970 la fotografía venezolana se
vuelva hacia el documentalismo social. Paolo Gasparini
publica en México el año 1972 Para verte mejor América
Latina libro de fotografía de amplia difusión
continental y que constituye un hito de gran
influencia en toda una generación de fotógrafos
latinoamericanos. En esta década los fotógrafos Luis
Brito, Jorge Val, Ricardo Armas, Alexis Pérez Luna,
Fermín Valladares y Vladimir Sersa, unidos en torno a
«El Grupo», recorren el país y bajo una óptica
documental registran la realidad social de los pueblos
del interior de Venezuela. Otros fotógrafos como
Federico Fernández, Félix Molina, Carlos Germán
Rojas, Gorka Dorronsoro, Roberto Fontana, realizan una
obra significativa dentro de la fotografía
documental. En estos años un fotógrafo-artista como
Claudio Perna, se aleja de las prácticas documentales
con contenido social y realiza una fotografía más
orientada al conceptualismo, mientras José Sigala
entre otros temas, retrata a la alta burguesía
caraqueña. En esta década se inicia el apoyo estatal
y privado a la fotografía: el Instituto Autónomo
Biblioteca Nacional impulsa, promueve y colecciona la
fotografía venezolana y latinoamericana formando una
de las colecciones más importantes del país. La
Fundación para el Rescate del Acervo Documental
Venezolano (FUNRES), organiza la primera investigación
sistemática con carácter institucional de la
fotografía venezolana decimonónica vertida en la
muestra Con la Fuerza y la Verdad de la Luz de los
Cielos organizada en la Galería de Arte Nacional. En
1977 abre Fototeca la primera galería dedicada a la
fotografía bajo la dirección de María Teresa
Boulton y de Paolo Gasparini y en 1979 se forma el
Consejo Venezolano de Fotografía, que agrupa a un
representativo número de fotógrafos activos del país.
Este apoyo institucional a la fotografía se hace más
notorio en la década de 1980. En 1983 la Dirección
de Cine y Fotografía del Consejo Nacional de la
Cultura (CONAC) crea los premios de fotografía «Luis
Felipe Toro», un año más tarde bajo los auspicios
de esta misma dependencia, sale a la luz pública la
revista de cine y fotografía Encuadre. Las salas
CADAFE e IPOSTEL, extensiones del Museo de Arte
Contemporáneo de Caracas, inaugura a mediados de la década
el I Salón de la Joven Fotografía. FUNDARTE en 1985
crea la galería «El Daguerrotipo» e inaugura en
1987 el I Salón Nacional de Fotografía, mientras el
Ateneo de Caracas estrena la sala «La Fotografía».
Asimismo en 1986 se organiza el I Simposio Nacional de
Fotografía en los espacios de la Universidad Simón
Bolívar. La década de 1980 registra la existencia
simultánea de 2 tendencias dentro de la fotografía
considerada como arte. La fotografía documental, cuya
presencia hegemónica comienza a decaer a fines del
decenio a pesar de nuevos cultores como Ricardo Gómez
Pérez, Ricardo Jiménez, Luis Lares, entre otros, y
el surgimiento de una fotografía construida y
escenográfica ligada a los lenguajes de la pintura o
fusionada a nuevos medios tecnológicos como sucede en
la obra de Alexander Apóstol, Ricardo Alcaide o
Nelson Garrido y toda una nueva generación de jóvenes
fotógrafos. Si en la década anterior el género
documental se mantiene adscrito a una actitud de
denuncia social y política, en la década de 1980 se
abre a nuevos discursos más individuales y subjetivos
en el momento de enfrentarse con la realidad. En 1982,
un grupo de 22 fotógrafos de ambas tendencias entre
los cuales destacaron Isidro Núñez, Abel Naim,
Alejandro Toro, Rommel García, Orlando Hernández, Álvaro
García Castro, crearon el grupo «Mientras Tanto»,
que organizó la muestra colectiva itinerante «22»
que recorrió las principales ciudades del país
durante 3 años (1983-1985), con recursos propios.
Poco después Jorge Gutiérrez, Milvia Villamizar,
Rommel García, Hernán Villar y Huáscar Castillo
crean «El Taller de la Imagen», agrupación que
estimula el intercambio de trabajos entre los fotógrafos
y promueve exposiciones, discusiones, conferencias y
simposios. En el fotorreporterismo. la presencia de
Luigi Scotto en El Diario de Caracas (1979-1995) y la
importancia que se le daba a la fotografía en sus páginas,
constituyeron una innovación en el fotoperiodismo
venezolano durante esa década. Francisco Solórzano
«Frasso» y Tom Grillo, internacionalmente conocidos
por sus imágenes del 27 de febrero de 1989,
pertenecen a una generación de relevo dentro de la
fotografía de prensa en el país. En estos últimos años
la fotografía venezolana prosigue con su proceso de
institucionalización. El Consejo Nacional de la
Cultura crea el Premio Nacional de Fotografía. En
1990 el Museo de Bellas Artes inaugura la primera
curaduría de fotografía en el país bajo la dirección
de Josune Dorronsoro. Esta iniciativa ha impulsado a
otras instituciones museísticas a cuidar y divulgar
sus propias colecciones fotográficas. María Teresa
Boulton publica la primera historia sobre la fotografía
contemporánea en Venezuela Anotaciones sobre la
fotografía venezolana contemporánea (1990). En 1993
se organiza en Caracas el Encuentro de Fotografía
Latinoamericana y en 1994, bajo los auspicios del
CONAC, se crea la revista de fotografía Extracámara.
Sin embargo pese a estas importantes manifestaciones
de apoyo, el gran problema para la fotografía de
autor en Venezuela sigue siendo la inexistencia de un
mercado que permita que los fotógrafos puedan vivir
de sus producciones.
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