Tradiciones
y Costumbres
Frases
históricas célebres
Como en otros países, en Venezuela se ha conservado y
transmitido a lo largo de las generaciones el
contenido de ciertas expresiones, por lo común
breves, pronunciadas o escritas por determinadas
personas en especiales circunstancias, o atribuidas a
tales personas. Suelen ser denominadas «frases históricas»
o también «frases que han hecho historia». Algunas
son conocidas mediante testimonios escritos y otras
por tradición oral. Ante una «frase histórica»
cabe considerar varios aspectos. En primer lugar, cuándo,
dónde y por quién fue dicha o escrita, cómo ha sido
conocida por primera vez, y de qué modo ha podido
llegar hasta nosotros. Luego, las circunstancias
generales y específicas que la motivaron y le dieron
realce. También, la personalidad y las características
de quien la emitió. Finalmente, el contenido mismo de
la frase, atendiendo a su significado temporal, para
la época en que fue dicha o escrita, así como a su
significado permanente, como motivo de reflexión.
De este modo, la célebre exclamación de Simón Bolívar,
«…Si se opone la naturaleza lucharemos contra ella
y la haremos que nos obedezca…», pronunciada en la
plaza de San Jacinto, en Caracas, el 26 de marzo de
1812, nos ha sido transmitida por José Domingo Díaz
en su libro Recuerdos de la rebelión de Caracas,
impreso en Madrid en 1829; éste es el testimonio más
antiguo que existe respecto a dicha frase, y todas las
menciones que de ella se han hecho parten directa o
indirectamente del texto de Díaz. El significado
inmediato de la frase es claro: ante los estragos
causados por el terremoto que acababa de sacudir a
Caracas minutos antes, Bolívar incitaba a sus
conciudadanos a no amedrentarse y a continuar luchando
para defender la independencia declarada el 5 de julio
de 1811. En cuanto al significado permanente, puede
interpretarse de diversas maneras: una de ellas sería
que los seres humanos, como individuos, y también las
sociedades como tales deben estar dispuestos a
enfrentar los retos que encuentran en su camino y
superarlos. El personaje que pronunció esa frase es
bien conocido, pues se trata de Simón Bolívar; pero
debe tenerse en cuenta que a mediados de marzo de 1812
no era todavía el Libertador, ni ocupaba entonces
ninguna posición de primer plano: era simplemente un
decidido partidario de la causa de la independencia, a
la cual había servido como diplomático en Londres en
1810, que había promovido su declaración en 1811
desde la Sociedad Patriótica de Caracas y había
recibido el bautismo de fuego al participar en la toma
de Valencia, bajo las órdenes del general Francisco
de Miranda, en julio-agosto de 1811. En marzo de 1812,
Bolívar se hallaba algo retirado de la política
activa, y residía en su mansión caraqueña de Las
Gradillas; pero esto no le impidió actuar con
presteza para interrumpir al fraile dominico, del
convento de San Jacinto, quien sobre las ruinas
afirmaba que el terremoto era un castigo de Dios por
haberse separado Venezuela de la dominación española.
Bolívar rechazó con energía esta interpretación, y
supo distinguir entre Dios y la naturaleza. En cuanto
a las circunstancias que dan motivo a la frase, la
inmediata es el terremoto mismo, que destruyó a gran
parte de Caracas y causó muchos muertos y heridos.
Los efectos del terremoto se unieron, ya en un plano más
general, a otras causas que estaban debilitando a la
República, tales como la emisión de papel moneda, el
bloqueo de las costas venezolanas por buques de guerra
y corsarios españoles con la consiguiente decadencia
del comercio exterior, las disensiones entre los
propios republicanos, la escasa coordinación de los
esfuerzos bélicos entre las provincias de la
Confederación de Venezuela y la amenaza de la
expedición salida de Coro al mando del jefe español
Domingo de Monteverde.
Las frases históricas célebres son bastante
numerosas, aunque no todas han penetrado con la misma
intensidad en la memoria colectiva, ni tampoco todas
están relacionadas con circunstancias de igual
trascendencia histórica. A continuación se presentan
algunos ejemplos, desde el siglo XV hasta el siglo XX:
«La Tierra de Gracia» (Venezuela): Cristóbal Colón
(1498). «Aquí en Trujillo sólo sabemos leer el Ave
María y el Padre Nuestro»: Diego de la Peña (1561).
«Yo soy Chicuramay, quien cometió el delito que decís,
y pues a voces lo confieso, dadme a mí la muerte que
merezco»: el indígena Cuaricuarián (1569). «De
Caracas no quiero ni el polvo, ahí se lo dejo!»:
fray Mauro de Tovar (1653). «No pasará mucho tiempo
sin que mis cenizas sean honradas»: José María España
(1799). «¡Pues yo tampoco quiero mando!»: Vicente
de Emparan (1810). «¡Bochinche, bochinche! Esta
gente no es capaz sino de bochinche»: Francisco de
Miranda (1812). «Si con dos hombres basta para
emancipar la Patria, pronto estoy a acompañar a usted»:
Rafael Urdaneta (1813). «Sin Patria no quiero esposa»:
Juan Bautista Arismendi (1815). «Moral y luces son
nuestras primeras necesidades»: Simón Bolívar
(1819). «¡Vuelvan Caras!»: José Antonio Páez
(1819). «No saldré de aquí hasta que la Patria sea
libre»: Josefa Palacios Blanco, viuda de José Félix
Ribas (1820). «Mi general: vengo a decirle adiós,
porque estoy muerto»: Pedro Camejo, «El Negro
Primero» (1821). «¡Compadre! ¡Delante de mí la
cabeza de mi caballo!»: Julián Mellado (1821). «¡Triunfar!»:
Simón Bolívar (1824).»Es preciso prever el porvenir»:
Antonio José de Sucre (1827). «En las guerras
civiles no se conquistan glorias ni se ganan ascensos»:
José de la Cruz Carrillo (1831). «El mundo es del
hombre justo»: José María Vargas (1835). «Venezuela
no se ha perdido, ni se perderá nunca, porque un
ciudadano se burle del presidente, Venezuela se perderá
cuando el presidente se burle de los ciudadanos»:
Carlos Soublette (hacia 1837). «O inventamos o
erramos»: Simón Rodríguez (1842). «Es preciso,
indispensable, coger la arteria constitucional, como
hacen los cirujanos»: Diego Bautista Urbaneja (1848).
«Mi cadáver podrán llevarlo, pero Fermín Toro no
se prostituye»: Fermín Toro (1848). «¡Tan joven y
ya traidor!»: Pedro Gual (1861). «Caerse, señores,
no es caer»: Pedro José Rojas (1862). «Entonces yo
veía a Falcón de perfil; ahora lo veo de frente»:
Juan Vicente González (1863). «Si los contrarios
hubieran dicho Federación, nosotros hubiéramos dicho
Centralismo»: Antonio Leocadio Guzmán (hacia 1867).
«La guerra ha terminado, quedando vencida la oligarquía
y la anarquía escarmentada»: Antonio Guzmán Blanco
(1872). «¡Este muerto es mío!»: Antonio Guzmán
Blanco (hacia 1875). «La planta insolente del
extranjero ha profanado el suelo sagrado de la Patria»:
Cipriano Castro (1902). «Calma y cordura»: Eleazar López
Contreras (1936). «Sembrar el petróleo»: Arturo
Uslar Pietri (1936). «¡Ni renuncio, ni me renuncian!»:
Rómulo Betancourt (1962). Tal vez la «frase histórica»
más elocuente fue la que no se pronunció, cuando el
canónigo José Cortés de Madariaga, desde el balcón
del Cabildo Municipal de Caracas, hizo en silencio su
famoso gesto negativo que desencadenó el rotundo ¡no!
del pueblo congregado en la plaza Mayor de la ciudad
el 19 de abril de 1810.
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