Tradiciones
y Costumbres
Pesca
En la historia de la pesca en Venezuela pueden
considerarse 3 aspectos, los cuales, aunque
interrelacionados entre sí, conservan una cierta
independencia en su desarrollo y evolución. Estos
son: 1) La pesca en la época anterior al
descubrimiento, cuyos métodos y características se
continúan entre las etnias indígenas actuales todavía
no aculturadas o en proceso de aculturación; 2) la
pesca de la perla a partir del descubrimiento,
actividad íntimamente ligada con los inicios de la
conquista y colonización del territorio y que se
prolonga hasta 1969; y, 3) las pesquerías en general,
a partir del descubrimiento, en que los métodos y técnicas
traídos de Europa se incorporaron gradualmente a las
actividades pesqueras que se desarrollan en los
territorios que van a formar Venezuela y cuya evolución
y expansión conducen a la situación actual de la
pesca en el país.
La pesca indígena: Los yacimientos arqueológicos
indican que hace más de 6.000 años, durante la época
mesoindia, en Venezuela ya se practicaba la pesca en
aguas marítimas y continentales. En esos yacimientos
se han encontrado anzuelos, lanzas, asociados con
restos de peces y moluscos. Los anzuelos eran
fabricados con hueso, concha y posiblemente con carey
y cáscaras de coco. La evidencia arqueológica más
completa de la pesca precolombina en Venezuela, tiene
unos 2.000 años de antigüedad y proviene del
yacimiento de La Pitía (península de la Guajira). Se
ha supuesto que la técnica consistió en atrapar los
peces con trampas o cercados triangulares, para
rematarlos luego a golpes de macana. El uso de redes
en esa época corresponde a las series Manicuaroide y
Manicuare, cuya antigüedad oscila entre 700 y 3.000 años
antes del presente. Se han encontrado piezas líticas
de forma oval con una ranura central, las cuales
probablemente fueron utilizadas como pesos colocados
en el borde inferior de las redes. Entre los cronistas
que nos dan noticias de las características generales
y métodos de pesca indígenas, merecen citarse:
Antonio de Herrera, Gonzalo Fernández de Oviedo y
Valdés, Francisco López de Gómara, fray Bartolomé
de Las Casas y el padre José Gumilla. Por ellos
conocemos que las actividades pesqueras antes de la
llegada de los españoles tenían ya una cierta
importancia entre algunos grupos indígenas y habían
alcanzado un desarrollo apreciable. Utilizaban
numerosos tipos de artefactos como las luces, redes,
anzuelos, arpones y flechas. Entre los métodos,
practicaban el cerco y el ojeo. También utilizaban
varas y corrales confeccionados con estacas de madera,
principalmente en aquellas zonas costeras afectadas
por el flujo y reflujo de las mareas; en las bocas que
comunicaban las lagunas litorales con el mar o en la
desembocadura de caños laterales en comunicación con
el canal principal de un río. Es interesante hacer
notar que muchos de estos procedimientos como el ojeo,
el uso de luces y los cercos de playa persisten hasta
hoy, modificados y mejorados con técnicas y métodos
más modernos, produciéndose un verdadero mestizaje
tecnológico. Las luces que utilizaban para atraer a
los peces eran tizones o teas ardiendo. El ojeo o
apaleamiento del agua acompañado de gritos para
asustar y concentrar a los peces hacia un punto y de
esta forma conducirlos hacia las redes es
procedimiento común hoy día en el cerco y captura de
la lisa. La utilización del barbasco, extracto
venenoso procedente de diversos vegetales, para matar
los peces, era también práctica muy común entre los
indígenas en las aguas interiores. Las embarcaciones
utilizadas eran curiaras, a veces de gran porte, cuyo
uso sigue siendo común en todas las pesquerías
fluviales del país. Conocían asimismo la forma de
conservar el pescado utilizando la sal y otros métodos
como el simple secado, el asado, el cocido y otros
cuya explicación en las crónicas no es clara. Los métodos
de pesca de los yanomamis actuales, parecen repetir y
confirmar las informaciones de los cronistas. Estos
indígenas pescan principalmente con arco y flecha; ésta
última, con punta de madera de atari, tiene forma de
arpón, cuyo gancho es de un hueso de mono. Utilizan
también otras flechas más pequeñas, denominadas
ruhumasi. En la época de aguas bajas (verano) pescan
con una especie de redes barrederas formadas con hojas
de palma y bejucos, con las que concentran a los peces
que después sacan con las manos o con una especie de
cedazos, hechos de mamure, de unos 80 cm de diámetro.
También hacen uso del barbasco, que extraen de
diversas matas como el ayaritoto, que es un bejuco y
el yarakahena que es un arbusto. El bejuco lo utilizan
cortándolo en pedazos de unos 20 cm que después
trituran y tiran al agua. Los procedimientos de los
waraos son similares a los de los yanomamis, pero no
utilizan el barbasco, sino principalmente las flechas,
los arpones, una especie de flotadores de palo con un
anzuelo y las estacadas o cañizos para atrapar los
peces en los cruces de los caños. En la actualidad
casi todos los waraos utilizan artefactos y métodos
modernos: redes de nailon, anzuelos, etc.
La pesquería de perlas: La pesquería de perlas en
diversos sitios de las costas orientales, ya era
practicada por los indígenas antes de la llegada de
los españoles, extrayéndolas por buceo a pulmón
libre. La importancia de las perlas y su explotación
intensiva comienza casi desde el primer momento en que
se tiene noticia de los placeres de Cubagua durante el
tercer viaje de Colón en 1498 y con la exploración
de Pedro ALonso Niño y Cristóbal Guerra al año
siguiente. Al parecer, en 1512 ya existía algún tipo
de ranchería de perlas de españoles establecida en
la pequeña isla. En cierta forma, la historia de la
explotación de la perla se confunde con los orígenes
de la historia de Venezuela. La profundidad a que se
buceaba no se sabe con certeza, pero probablemente
oscilaba entre 4 y 9 brazas. El buceo lo realizaban
indígenas de la isla y costa firme, pero también se
trajeron de otras islas antillanas, entre ellos
lucayos de las Bahamas. A partir de 1527, la Corona
autorizó la introducción de esclavos negros, pero no
se utilizaron de forma general hasta la segunda mitad
del siglo XVI. En sus inicios, la unidad normal de
pesca era una canoa pequeña con una tripulación de 6
a 8 personas. A partir de 1524 se introdujeron canoas
más grandes, «de tablas», con una capacidad normal
de unas 15 personas. La rastra para la extracción de
perlas comenzó a ser utilizada en 1529 por Luis de
Lampiñán, a quien la Corona le otorgó un permiso
para pescar por el sistema de arrastre, pero tuvo que
renunciar a él por la resistencia que hicieron los
cubagüenses al mismo. La primera descripción de una
rastra data de 1568. Las faenas de pesca comenzaban al
salir el sol y terminaban al atardecer. La producción
alcanzó un máximo alrededor de 1527, cuando el
quinto real tenía un valor de unos 1.300 marcos. A
partir de esa fecha la producción desciende
acusadamente, de manera que ya en 1542, los placeres
de Cubagua quedan prácticamente abandonados, igual
que la ciudad de Nueva Cádiz. En 1545, sólo quedan
en Margarita 2 o 3 canoas y muchas piraguas. Sin
embargo, en 1559 continúa la explotación y vuelve a
resurgir con fuerza en 1574 cuando se descubren los
placeres de la isla de Coche. Hacia finales del siglo
se produce otra crisis; surge una disputa entre las
gobernaciones de Margarita y Cumaná por la explotación
de la pesquería de Cubagua que es resuelta por la
intervención de la Corona, la cual, por las mismas
fechas, dicta unas ordenanzas generales sobre las
pesquerías entre las que se incluye la concesión de
recompensas a los que descubran nuevos placeres. A
principios del siglo XVII la organización pesquera de
extracción ya era más compleja y se menciona que las
canoas tenían un «capitán» que era un negro
diestro en el oficio y un «piloto» que era español.
En el siglo XVIII, las lanchas estaban gobernadas por
mayorales negros. Además de los placeres de Cubagua y
Coche se explotaban también los de Margarita y
algunos situados en Araya, el golfo de Cariaco y Cumaná.
Existe una relación de finales del siglo XVI que
enumera todos los bancos que se explotaban en aquel
tiempo. Consumada la independencia, el Gobierno otorgó
en agosto de 1823 a la empresa británica Rundell,
Bridge & Rundell el derecho exclusivo, por 10 años,
de la pesca de perlas mediante máquinas en los mares
territoriales y costas de la Gran Colombia. En
septiembre de 1828 el bergantín Wolf llegó a
Margarita para iniciar tales actividades, por cuenta
de la compañía, en aguas de Cubagua; pero al parecer
desistió al poco tiempo. Probablemente la utilización
de la rastra no tardó en imponerse como el método más
adecuado de extracción, siendo utilizado prácticamente
sin modificaciones hasta nuestros días. Durante el
gobierno de Cipriano Castro, en 1902, se inicia también
la explotación con buzos de escafandra por concesión
a una compañía inglesa, la cual operó por poco
tiempo, pasando la explotación a manos de pequeños
empresarios, algunos de los cuales llegaron a poseer
hasta 18 equipos que eran operados por pequeñas
unidades pesqueras, cada una de las cuales tenía un
buzo. Se trabajaba hasta una profundidad de 9 brazas
(unos 16 metros). Intentos de trabajar a profundidades
mayores, de 14 brazas, tuvieron que ser abandonados
debido a que los buzos sufrían de calambres y
hemorragias. El buceo con escafandra se utilizó por
última vez en 1961. La mayor producción perlera de
los tiempos modernos se produjo en 1943, con un
volumen de unos 1.300 kg de perlas. A partir de este año,
y especialmente de 1946, la producción baja
considerablemente, así como el número de permisos
solicitados. En 1957 se expidieron 524 permisos para
rastra y 11 para escafandra; en 1961, 343 y 4
respectivamente, y en 1966 solamente 105 para rastra.
A la escasez de producción, se sumó la caída de los
precios. A partir de 1950 el precio del quilate de
perla no pasó de Bs. 4 mientras que entre 1918 y 1924
osciló entre Bs. 20 y 30. En 1961 ya no llegaron a
Margarita compradores extranjeros y toda la producción
fue adquirida por comerciantes locales a razón de Bs.
1,75 el quilate de las perlas de mejor calidad y de
Bs. 1,10 para las de calidad inferior. La última
exploración-explotación se realizó en 1969, cuando
se constató el agotamiento de la mayoría de los
bancos. Posteriormente la concha perla (tripa`e perla)
se ha explotado esporádicamente para el
aprovechamiento de la carne. Aunque a partir de 1940
comenzaron a existir embarcaciones motorizadas, gran
parte de la flota pesquera, hasta 1961, realizó las
operaciones de arrastre con vela y hasta los últimos
tiempos, las rastras se izaron a mano. La temporada de
pesca se abría en enero y se cerraba el 30 de abril.
Las pesquerías en general: Desde los inicios del
descubrimiento, se comenzaron a traer a América los métodos
y artes de pesca europeos y así, en una relación de
1495 ya se menciona el embarque de 2 redes, tipo
chinchorro y de embarcaciones para pescar. La expedición
del comendador Diego de Ordaz al Orinoco también
llevaba chinchorros para la pesca según constaba en
un documento de 1532. Este tipo de red barredera es el
que más se generalizó en Venezuela y se ha
conservado hasta el presente con muy pocas
modificaciones en la estructura general, aunque se ha
diversificado para su utilización en pesquerías
específicas y así, han surgido el mandinga, que es
un chinchorro de menor tamaño; el picuero, adaptado
para la captura de picúas o barracudas; el caritero,
etc. Si en la estructura apenas ha sufrido
modificaciones, en los materiales utilizados para su
construcción la transformación ha sido completa.
Ahora los paños de red ya vienen confeccionados y son
de nailon, igual que las cabuyas; y los flotadores,
que se hacían con madera de tacarigua, han sido
sustituidos por los de plástico. El arrastre de la
red se hizo siempre a mano hasta época muy reciente,
en que por la escasez de mano de obra y la motorización
de las embarcaciones, se pasó a utilizar estas últimas
para la tracción de la red hasta muy cerca de la
playa, donde se remata el lance halando la red a mano.
No existe información precisa sobre la época en que
se introdujeron los otros artes hoy en uso, pero por
su amplia difusión en muchas de las ex colonias españolas
debió ser también en época temprana. De origen
europeo y traídos de España son la tarraya, el
palangre o espinel, trasmallos, arpones, ballestinas,
etc.; sin embargo, la nasa que se utiliza en
Venezuela, procede, al parecer, de la India y llevada
por los portugueses a África, pasó al mar Caribe a
través probablemente la isla de Madeira. La
construcción de embarcaciones para pesca también se
inició muy pronto y existe información de que hacia
1532 ya se fabricaban en Nueva Cádiz de Cubagua. Otra
información enviada en 1565 a la Audiencia de Santo
Domingo indica que Diego Fernández de Serpa se
ocupaba en fabricar cuadernas para embarcaciones de
pesca en la isla de Cubagua y en 1586, una real cédula
ordenaba a los gobernadores de la Nueva Andalucía y
Venezuela que no pusieran trabas a los margariteños
que iban a buscar madera a sus costas para construir
las canoas y navíos. La excelente tradición y
calidad de la carpintería de ribera existente todavía
en las costas orientales, es un claro indicio de la
antigüedad e importancia de esta industria. Las
primeras ordenanzas sobre pesca proceden también de
Cubagua y están incluidas en las generales de la
ciudad de Nueva Cádiz, redactadas en 1537. Hacen
referencia a las disposiciones que se deben seguir
para el pesado del pescado. En cuanto a comercio
interno y externo se tiene conocimiento de que ya en
el siglo XVI se exportaba pescado salado desde
Margarita a La Española (Santo Domingo) y a otras
islas antillanas y que los lebranches que capturaban
los indios de Uchire y Palenques en las lagunas de
Unare y Píritu por medio de corrales y barbacoas,
abastecían todas aquellas comarcas, hasta Caracas,
principalmente durante la Cuaresma. Los indígenas,
principalmente los guaiqueríes, se incorporaron muy
pronto a las organizaciones de explotación pesquera
de los españoles, constituyendo la mayor parte de la
mano de obra. Durante la Colonia, los métodos de
captura, conservación del pescado y mercadeo se
mantienen prácticamente inalterables y se prolongan
hasta bien entrado el siglo XX. La estructura de las
organizaciones de explotación, o trenes de pesca, se
conoce bien por la descripción de Andrés Aurelio
Level en la Memoria estadística de 1873. Por ella
sabemos que en Margarita existían en aquella época
42 trenes de pesca, de los cuales 29 residían en la
isla de Coche. De ellos, 12 eran de chinchorro y 30 de
filetes. Los trenes se establecían en determinados
lugares, recibiendo el nombre de rancherías, las
cuales, en muchos casos, fueron el origen de numerosos
pueblos de la isla de Margarita y del estado Sucre. En
un tren podían trabajar hasta 200 personas repartidas
en la siguiente forma: de 120 a 140 hombres, de 15 a
20 mujeres y de 30 a 40 niños. Además, había de 10
a 12 oficiales o manipuladores, 1 caporal, 1 ranchero,
1 mayordomo y el dueño; todos los trabajadores eran
guaiqueríes. Esta estructura y su sistema de
distribución de beneficios, se mantienen básicamente
hasta el presente, coexistiendo con otros tipos de
empresas y métodos de pesca que comienzan a
introducirse a mediados del siglo XX. La única
evolución sustancial del tren de pesca y la ranchería
es la disminución de su tamaño y correlativamente,
el aumento del número de estas unidades de explotación
pesquera, y así, los 12 trenes de chinchorro que había
en 1873 en Margarita, con más de 200 empleados cada
uno, dan lugar a más de 170 en 1956, con un promedio
de unos 10 empleados por tren. Por las mismas fechas
de finales del siglo XIX, ya los pescadores de
Margarita ejercían su actividad en las islas La
Tortuga y La Blanquilla, en las cuales se arranchaban
por períodos de 4 a 6 meses seguidos para ejercer la
pesca. Sin embargo, en otras islas más cercanas o en
Macanao (parte occidental de Margarita) ha sido y aún
es tradicional, dividir el año en 4 temporadas de
pesca coincidentes con las principales fiestas
religiosas: de Pascua a Semana Santa; de Semana Santa
hasta San Juan (24 junio); de San Juan hasta la Virgen
del Valle (8 septiembre) y desde esta festividad hasta
Pascua. También era frecuente retornar a Margarita
para la fiesta de la Cruz de Mayo. Durante estos períodos
de descanso se varaban, pintaban y reparaban las
embarcaciones y se hacía la liquidación a los
trabajadores. La movilidad que ha permitido la
motorización de la flota ha ido modificando
gradualmente la rigidez de las temporadas de ausencia.
La colonización del archipiélago de Los Roques por
los pescadores margariteños es más reciente. Los
primeros asentamientos se sitúan hacia 1923, cuando
Felipe Marcano, de Boca de Pozo, establece sus rancherías
en varios cayos de Los Roques; por esas fechas también
vivía en esas islas una familia de Coro y aún
quedaban algunos holandeses, los cuales habían estado
explotando la sal y el mangle para obtener carbón
hasta 1910 aproximadamente. Igual que en La Tortuga y
La Blanquilla, la pesca en Los Roques se hacía
principalmente con cordel y nasas y todo el pescado
capturado se salaba. En 1948 había en Los Roques 13
familias asentadas, casi todas de pescadores margariteños.
Similar colonización realizaron en el delta del
Orinoco los pescadores margariteños, que condujo a la
fundación de Tucupita por el navegante margariteño
Juan Millán y otros, en 1848. La pesca de la langosta
con nasas en Los Roques no se inicia propiamente hasta
1950, pasando a ser gradualmente el objetivo principal
de la pesquería del archipiélago. Hasta 1940, casi
toda la flota pesquera era de remo y vela, ya que el
general Juan Vicente Gómez tenía prohibida la
instalación de motores. A partir de este año,
comienza la verdadera transformación de la flota
pesquera y con ella se inicia la expansión de las
pesquerías de altura propiamente venezolanas,
principalmente la de cordel y palangre en las costas
de Guayana, la cual gradualmente se extiende hasta
Surinam y Cayena e incluso al Brasil en campañas que
oscilan entre 15 días y más de un mes de duración.
Con la introducción del motor no varía el tipo básico
de las embarcaciones, simplemente se adaptan para la
adecuada instalación de los mismos. El trespuños,
que era la embarcación más característica, se
modifica principalmente por la reducción del velamen
y se equipa generalmente con motor central. Otras
embarcaciones menores se equipan con motores fuera de
borda que se instalaban en una estructura que se añadía
a la popa, denominada parrilla. Los trespuños siempre
se han utilizado principalmente para el transporte de
pescado, seco o enhielado, a los puertos del litoral
nacional y a las islas antillanas: Curazao, San
Vicente, Granada, Martinica, etc. Los primeros motores
centrales que utilizaron, eran a gasolina de la marca
Gray Marin, sustituidos prontamente por los clásicos
de gasoil de las marcas Lister, Bolinders y Pentax.
Las primeras marcas de motores fuera de borda que
comenzaron a llegar al país fueron Archimedes,
Johnson y Peters. En 1947 el gobierno hace el primer
esfuerzo por motorizar la flota pesquera adquiriendo,
a través de la Corporación Venezolana de Fomento,
225 motores centrales y 258 fuera de borda para
venderlos a crédito a los pescadores.
Coincidente con la motorización de la flota se
produce la introducción en el país de nuevos artes y
métodos de pesca. En 1940, la compañía Pesquerías
Vascas del Caribe, introduce la red de argolla para la
captura de peces pelágicos, cuyo uso se generaliza
muy pronto como un elemento más de los trenes de
pesca y en 1947 llegan las primeras redes de arrastre
traídas por pescadores italianos. El primer barco de
arrastre, el San Giorgio I, comenzó a operar en 1948
en el golfo de Venezuela con el objeto de explotar los
camarones. En 1955 ya había 8 barcos operando en esta
área, y en 1968 la flota de arrastreros en todo el país
era de 122 barcos, la mayoría de ellos con base en
Punto Fijo (Edo. Falcón), pero ya algunos se habían
establecido en la región oriental (Puerto La Cruz y
Cumaná). En el mismo año, 8 arrastreros comenzaron a
operar en el golfo de Paria. En 1971, el número total
de embarcaciones de arrastre era de 181, de las cuales
117 pertenecían a la flota de Punto Fijo y 17 a la de
Maracaibo, el resto a la región oriental. A partir de
este año se produce un gradual desplazamiento hacia
la región oriental, debido al escaso rendimiento de
los bancos camaroneros occidentales. En 1977 había
cerca de 100 arrastreros en esta región. Hasta 1963,
los arrastreros eran del tipo Mediterráneo que
operaban con una sola red, pero a partir de este año
la flota se modificó y se transformó al modelo
denominado Florida que opera simultáneamente con 2
redes. La flota arrastrera alcanzó su máxima dimensión
en 1989 con 439 embarcaciones, disminuyendo a 415 en
1992. La pesca de arrastre en Venezuela se orientó
desde sus inicios a la captura del camarón de aguas
someras de la plataforma continental. Su actuación ha
sido sumamente controversial y la fuente de un
constante conflicto con los pescadores artesanales de
tipo tradicional, que se han visto desplazados y
directamente perjudicados por la actividad de los
arrastreros, los cuales también han sido cuestionados
en relación con el posible efecto negativo que el
arrastre puede tener sobre las poblaciones de peces
demersales. Otra innovación reciente en las pesquerías
de Venezuela, ha sido la pesca de atún con palangre.
Esta modalidad se inició en 1954, pero toma impulso a
partir de 1959 cuando se pone en marcha un proyecto de
explotación con intereses venezolano-japoneses para
operar 3 barcos atuneros. Muchas embarcaciones
venezolanas se incorporaron a este tipo de pesca
modificando su estructura, a veces no muy
acertadamente, para las exigencias de una pesca de
altura. En 1971 existían unos 60 barcos atuneros que
tenían base principalmente en puertos de la región
nororiental (Cumaná, Porlamar, Marigüitar) y en La
Guaira. Recientemente, bajo bandera venezolana operan
barcos atuneros de la más moderna estructura y diseño
y de gran tonelaje que utilizan el método de
gigantescas redes de cerco y realizan sus capturas
tanto en aguas nacionales como internacionales del
Caribe y el Atlántico y en el Pacífico. La
delimitación de las áreas marítimas y la creación
de las denominadas zonas económicas exclusivas, le
crean a Venezuela la necesidad de negociar tratados
bilaterales con las naciones limítrofes para defender
sus intereses pesqueros. En 1992 había en el país 88
embarcaciones atuneras, de las cuales 35 utilizan
artes de cerco, 18 caña y anzuelo, y 35 palangres.
Legislación y control pesqueros: La pesca en
Venezuela ha sido siempre una actividad marginada que
ha recibido muy poca atención de los órganos de
gobierno. Por este motivo, los datos de producción,
mano de obra empleada, número de embarcaciones y
artes de pesca etc., son muy escasos y fragmentarios y
en general, poco confiables. Hasta 1936, en que se
crea el Ministerio de Agricultura y Cría, no existía
en Venezuela ningún organismo central regulador o
controlador de la actividad pesquera. A partir de la
existencia de este ministerio, el sector pesca ocupa
una posición muy secundaria en la estructura del
mismo. En sus inicios, dependió de la Dirección de
Ganadería, después de la Dirección de Economía Agrícola,
pasando en 1959 al departamento de Caza y Pesca de la
Dirección de Recursos Renovables. En 1963 se crea la
Oficina Nacional de Pesca que alcanza un cierto
desarrollo y diversificación de funciones cuando se
pone en marcha el convenio MAC-FAO-PNUD de investigación
y desarrollo, que duró hasta el año 1972. En 1976,
desaparece la Oficina Nacional de Pesca y se crea la
Dirección General Sectorial de Desarrollo Pesquero
adscrita al Ministerio de Agricultura, que perduró
hasta septiembre de 1993. Los intentos por crear un
Instituto Nacional de la Pesca no pasaron nunca del
nivel de proyecto. La primera ley de pesca oficial se
promulgó en 1935 y fue derogada por la de 1944 que es
la vigente en la actualidad; carece de reglamento
propio y sólo existe un limitado número de
disposiciones especiales sobre la actividad pesquera,
en general de tipo casuístico y carentes de
organicidad. En 1960 y 1968 se elaboraron sendos
proyectos de Ley de Pesca que nunca pasaron de ser
tales. También en 1944 se promulgó la Ley de Pesca
de Perlas. Por decreto núm. 3.166 aparecido en gaceta
de fecha 8 de septiembre de 1993, se creó el Servicio
Autónomo de los Recursos Pesqueros y Acuícolas
(SARPA), como una estructura organizacional de
transición, dependiente del Ministerio de Agricultura
y Cría, que sustituye a la Dirección General
Sectorial de Pesca y Agricultura, en tanto que se
aprueba definitivamente la Ley Orgánica de Pesca y
Acuicultura introducida para su discusión en el
Congreso en 1992 y que entre otras disposiciones
contempla la creación del Instituto Venezolano de la
Pesca y Agricultura. Una novedad que se introduce con
la creación del SARPA es el cobro por el otorgamiento
de los permisos de pesca en todas sus modalidades.
Producción: En 1873 se estimó una producción
pesquera de unas 8.000 tm. La recopilación de estadísticas
de producción por parte del Estado se inició en
1940. Las cifras estimadas para ese año arrojan una
producción de 32.500 tm; sin embargo, esta cifra
probablemente sólo representa alrededor del 60 al 70%
de la producción real debido a que muchas localidades
pequeñas no estaban cubiertas por los funcionarios, a
que no se toma en cuenta el autoconsumo de los
pescadores y a que tampoco se computaba el pescado
transportado en camiones desde puntos de desembarco
aislados a ciudades del interior. En 1945 las cifras
de producción fueron de 15.353 tm de pescado fresco,
13.089 de pescado salado y 6.023 de conserva. La
primera industria conservera se instaló en Cumaná en
1938. En 1951 se realizó el primer censo pesquero
nacional, el cual dio una cifra de 5.814 embarcaciones
con un tonelaje total de 7.729,720 tm y 22.274
trabajadores directamente involucrados en las faenas
de extracción. El mayor tonelaje correspondió a los
estados de Nueva Esparta (2.311,848 tm) y Sucre
(1.525,425 tm), es decir las áreas tradicionales de
pesca. Al conjunto de estos 2 estados correspondió
casi la mitad de toda la fuerza laboral pesquera. La
producción pesquera, con excepción de algún año
aislado se ha mantenido en constante aumento. Los
datos de producción desde 1979 se sumarizan en el
siguiente cuadro en toneladas métricas.
------------------------------------------------------------------
Año Pesca marít. Pesca fluv. Total
------------------------------------------------------------------
1979 164.420 6.934 171.354
1980 170.640 15.933 186.573
1981 178.591 13.346 191.937
1982 198.683 15.010 213.693
1983 206.860 20.009 226.869
1984 243.940 21.073 265.013
1985 263.900 16.169 280.069
1986 284.197 19.886 304.083
1987 263.122 27.441 240.563
1988 256.826 30.634 287.460
1989 318.907 23.015 341.922
1990 319.400 18.900 338.300
1991 328.707 21.293 350.000
1992 305.380 20.574 325.954
-----------------------------------------------------------------
Los aumentos registrados a partir de 1979 se deben
principalmente a las capturas de atún que pasaron de
5.500 tm en dicho año a 22.000 en 1982 y a 70.000 en
1984, lo cual representó un ingreso de Bs.
942.000.000, pasando a ser Venezuela el cuarto país
productor de atún en el Atlántico. Del total de la
producción pesquera nacional, el mayor volumen
corresponde a la pesca artesanal, incluyendo la
sardina, seguida por la pesca del atún. A partir de
la devaluación del bolívar en 1983, Venezuela pasó
a ser un exportador de productos pesqueros; los
precios aumentaron considerablemente, creciendo el
interés por las actividades de pesca las cuales
experimentaron un considerable crecimiento con el
consiguiente impulso de la construcción de barcos,
tanto de carpintería de ribera como industrial.
Especial atención se ha despertado por las pesquerías
de productos de alta calidad como el mero y el pargo,
que en gran parte se comercializan en el exterior. En
1985, el valor de la producción pesquera se estimó
en algo más de Bs. 1.000.000.000 y en 1991, fue
ligeramente inferior a los Bs. 18.000.000.000. En 1992
el número de embarcaciones menores permisadas fue de
casi 17.000. El número de embarcaciones pasó de
7.110 en 1977 a 12.121 en 1981, de las cuales 3.837
corresponden a las aguas continentales y 8.284 a las
pesquerías marítimas. El número total de pescadores
se ha situado en los últimos años alrededor de los
4.000.
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