Tradiciones
y Costumbres
Toponimia
La toponimia forma parte de una disciplina más amplia
que es la onomástica, ya que esta última, en su
acepción más genérica y universal, está referida a
toda cosa propia y exclusiva del nombre. La onomástica
comprende tanto los nombres propios de persona (y en
este caso se denomina antroponomástica o
antroponimia) y los nombres propios de lugar (toponomástica
o toponimia). Es voz de origen griego que proviene de
Topos, lugar y Onyma, nombre, que etimológicamente
equivale a nombre de lugar. Se ha definido
tradicionalmente como el estudio y significación de
los nombres geográficos, pero esta connotación la
circunscribe sólo al aspecto lingüístico, que es
importante y fundamental para esta disciplina; mas no
suficiente, en virtud de que no toma en consideración
otros elementos involucrados en el tratamiento sistemático
de los topónimos. También se ha definido como la
disciplina que se ocupa de enumerar y catalogar los
nombres propios de lugar, lo cual es aún más
limitante, ya que la reduce a un frío catálogo de
nombres geográficos. En este orden de ideas, debe
entenderse por toponimia: una rama de la onomástica
que se ocupa del estudio integral, en el espacio y en
el tiempo, de los aspectos históricos, geográficos,
lingüísticos, antropológicos, sociológicos y económicos,
que permitieron y permiten que un nombre de lugar se
origine y subsista. Los estudios toponímicos han de
realizarse en forma integral, desde todos los ámbitos
del acontecer humano; por lo tanto, no se limitan ni a
los aspectos lingüísticos, ni a la simple catalogación
de nombres, ya que un topónimo es un producto
cultural que tiene vida y como el hombre y su cultura
se desarrolla y se dinamiza. El análisis toponímico
implica que se examinen las tendencias del hombre en
la utilización y nominación de determinados
ambientes ecológicos, pues los conceptos
hombre-ambiente-topónimo, son 3 elementos vivamente
ligados que no se pueden estudiar sino como un haz de
relaciones. Esta perspectiva de análisis permite
realizar investigaciones sobre corrientes de
poblamiento o sucesos similares; el establecimiento de
áreas de colonización y conjuntamente con la
arqueología, brindar explicaciones sobre culturas
antiguas; asimismo, nos ofrece la posibilidad de
realizar investigaciones lingüísticas, lexicográficas
o análisis de índole histórico sobre lenguas ya
desaparecidas; además, nos proporciona la posibilidad
de estudiar las explicaciones tradicionales o las
interpretaciones populares sobre el origen de los topónimos,
como inagotable fuente de creación humana. El trabajo
con topónimos tiene su aplicación más inmediata en
la actividad cartográfica, ya que el nombre geográfico
es el elemento que le da vida y contenido a los mapas,
planos y cartas; por esta razón, la iniciativa de
tomar en cuenta esta parte del acervo, por lo general,
ha sido promovida por instituciones que elaboran
mapas, ya que el trabajo cartográfico impone la
necesidad de que se represente en el plano, carta o
mapa, la toponimia o nomenclatura geográfica en forma
auténtica, debidamente escritos y en su lugar exacto,
por lo que se justifica que tal iniciativa, históricamente,
ha sido y es originada por las empresas cartográficas
del mundo; por lo tanto, el trabajo toponímico y el
cartográfico están íntimamente relacionados.
La labor sistemática sobre la toponimia en Venezuela
se inicia a partir de 1967, a raíz de la celebración
de la I Conferencia de las Naciones Unidas para
uniformar los nombres geográficos realizada en
Ginebra (Suiza), aunque algunos autores ya habían
indicado en fecha anterior la importancia de los
estudios toponímicos, entre quienes se debe señalar,
especialmente, a Arístides Rojas, Telasco Mac Pherson
y Lisandro Alvarado. En ese año 1967, se funda en la
Dirección de Cartografía Nacional la sección de
Nombres Geográficos, con la idea de que un equipo de
personas se abocara a realizar trabajos toponímicos
con fines cartográficos; asimismo, a elaborar
gacetillas de nombres geográficos, el Diccionario
geográfico de Venezuela y otras investigaciones de
esta índole; actividades con que se inicia el
tratamiento sistemático de la toponimia nacional y
que constituyen la base de otros estudios de la misma
naturaleza; este hecho es fundamental para los efectos
de darle sistematicidad y organicidad al tratamiento
de la toponimia, ya que se trata del inicio de los
trabajos toponímicos en Venezuela, en forma
institucionalizada.
Origen de los topónimos venezolanos: Los topónimos
son designaciones lingüísticas aplicadas a lo geográfico,
con un profundo contenido histórico y antropológico;
por consiguiente, el origen de los topónimos está
vinculado a la presencia del hombre en un determinado
lugar. En este sentido, existen en Venezuela,
fundamentalmente, topónimos de 3 orígenes: indígenas,
hispanos y africanos, aunque también se encuentran
topónimos ingleses y holandeses en el archipiélago
Los Roques, producto de la ocupación de corsarios y
piratas de esa procedencia, durante los siglos XVI y
XVII; asimismo, existen otras tantas denominaciones
que recuerdan la memoria de personas, lugares o hechos
que tienen significación histórica o social para el
pueblo venezolano, que se han integrado al patrimonio,
en distintas etapas del desarrollo histórico
nacional.
La toponimia indígena (que incluye voces como:
Acarigua, Coro, Cumaná, Guanare, etc.), es la primera
que aparece en el territorio venezolano y es producto
de varias oleadas de poblamiento de los distintos
grupos indígenas que habitaron y habitan el ámbito
geográfico nacional, pertenecientes a las familias
lingüísticas: arawak, chibcha y caribe; antes de
estas 3, ocuparon el territorio venezolano otros
grupos a los cuales, hasta ahora, no se le han
comprobado vínculos idiomáticos con las familias
lingüísticas indígenas de Venezuela; son grupos
recolectores y cazadores que nos legaron topónimos no
relacionables con ninguna de las lenguas hoy
conocidas, entre los cuales se puede señalar a los
jiraharas, los otomacos, los ayamanes y los gayones ya
desaparecidos. Los representantes actuales de esos
grupos independientes son: los guaraos, los yanomamis,
los sapés, los arutanís, los piaroas, los puinabes,
los yaruros y los guajibos. Pertenecientes a la
familia lingüística arawak se pueden señalar entre
otros a los caquetíos y los achaguas que habitaron,
fundamentalmente, en el occidente de Venezuela, y
quienes dejaron muchos topónimos en esa región;
aunque existen topónimos de origen arawak dispersos
en todo el territorio nacional, por lo que se supone
que ocuparon, en alguna época, gran parte del país.
Los representantes actuales de esta familia lingüística
son los guajiros, los paraujanos, los piapocos, los
curripacos, los banivas, los guarequenas y los barés.
De la familia lingüística chibcha, se tiene
conocimiento de los grupos timotocuicas, que habitaron
la región de los Andes venezolanos, dejando como
evidencia una gran cantidad de topónimos en esa zona;
los representantes actuales de esta familia lingüística
son los barís, también conocidos como motilones
bravos. Pertenecientes a la familia lingüística
caribe eran los cumanagotos, los pariagotos, los
tomusas, los tarmas, los caracas, los chaimas, los
coacas y los palenques que ocuparon el nororiente del
país a lo largo de toda la costa, donde dejaron
numerosos topónimos; también lo eran los ciparicotos
y los bobures, situados en el occidente de Venezuela;
en el estado Nueva Esparta se localizaba a los
guaiqueríes, sobre quienes aún existen dudas de si
pertenecen o no al tronco caribe. Los representantes
actuales de estos grupos caribe son: los cariñas, los
pemones, los maquiritares, los panares, los mapoyos,
los yabaranas, los yucpas y los japrerías; estos
grupos caribes han dejado una importante herencia
toponímica.
La toponimia hispana aparece en el territorio
venezolano a raíz del proceso de conquista y
colonización; es actualmente la más abundante del país
y su tendencia es la de crecer cada vez más, en la
medida en que el proceso de producción agropecuaria e
industrial del país se desarrolle y determine una
mayor ocupación humana de las diferentes áreas geográficas
del territorio nacional. En este orden de ideas,
existen en el país topónimos hispanos antiguos, que
aparecen en las crónicas de Indias y en la cartografía
histórica de Venezuela a partir del año 1498, desde
el primer contacto de los grupos hispanos con tierras
venezolanas, y forman parte del patrimonio histórico
nacional; por ejemplo, San Felipe, Mérida, Trujillo,
Valencia, El Sombrero, El Tirano, etc.; también una
inmensa gama de nombres de lugar, que son de
incorporación posterior a la Independencia, tales
como: Bolívar (estado, pico, etc.), Miranda, Monagas,
Sucre (estados, distritos, municipios, etc.), así
como Puerto Ordaz, Rubio, Michelena, Bolivia, que
muchas veces desplazan a topónimos indígenas y a
otros de carácter histórico por la dinámica propia
que conlleva el desarrollo. Con relación al estudio
etimológico de la toponimia hispana es necesario
hacer algunas consideraciones. España, antes de
integrarse como Estado, estuvo ocupada por diferentes
grupos humanos; en primer lugar por pueblos prehistóricos,
que dejaron evidencia de su estada en algunos nombres
geográficos muy antiguos, entre los cuales se
encuentran los iberos que dieron el nombre a toda la
península Ibérica; luego aparecen las ocupaciones de
los celtas, los fenicios, los griegos, los
cartagineses, los romanos, los germanos y por último
los árabes, quienes permanecieron en la península Ibérica
desde el siglo VII al siglo XV, lo que explica la gran
cantidad de topónimos árabes que existen en el
actual territorio español. En este sentido, la
denominada toponimia hispana debe estudiarse con sumo
cuidado para no caer en análisis etimológicos
parciales e incompletos; este aspecto debe ser tomado
muy en cuenta por los toponimistas o toponimólogos
venezolanos.
La toponimia africana, es más escasa que la indígena
e hispana y está localizada, especialmente, en la
región centro-norte de Venezuela, en la zona
barloventeña, aunque también se encuentra en el
estado Yaracuy y dispersa en alguna otra región del
país; estos topónimos africanos se incorporaron al
patrimonio toponímico nacional a comienzos del siglo
XVII, a raíz del desarrollo de la explotación agrícola
y minera por parte de los españoles, quienes se
vieron en la necesidad de traer grupos de esclavos
africanos para tales actividades; estos grupos
asignaron nombres a los lugares que ocuparon y muchas
de estas designaciones han quedado, como evidencia de
tal hecho, en la geografía venezolana; voces como:
Birongo, Cumboto, Curiepe,
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