Tradiciones
y Costumbres
Venezolanismos
históricos
De un hecho histórico, bien sea importante o
insignificante, de un personaje real o ficticio, o de
una situación social, económica o política puede
originarse una palabra o giro idiomático.
La sampablera: Se originó en Caracas de un hecho histórico
preciso como fue el encuentro que tuvieron liberales y
conservadores en la plaza de San Pablo el 2 de agosto
de 1859 cuando el general Pedro Vicente Aguado subió
desde La Guaira con sus tropas porque creía que en la
capital se había instalado la Federación. Hoy día,
en el lenguaje coloquial, se usa «sampablera» para
referirse a un desorden o escándalo, a un pleito o
embrollo y también a un disturbio o protesta pública
ruidosa.
Godo: Toda una situación socio-política se refleja
en los cambios semánticos que ha sufrido la palabra
«godo» en Venezuela. Primero designó
despectivamente al español peninsular, después al
realista, y finalmente, al conservador. Cuando
Francisco de Miranda escribe en 1799 sobre «…La
monstruosa alianza entre la Revolución Francesa y la
Monarquía goda…», el adjetivo godo es sinónimo de
español, con propósito desvalorizador. Años más
tarde, una vez divididos los partidos entre patriotas
y realistas, a estos últimos se les llamó godos, tal
y como se lee en el Correo del Orinoco núm. 20: «…los
Godos o Realistas…» En la segunda mitad del siglo
XIX, godos es el mote familiar que reciben los
partidarios de José Antonio Páez, que constituyen el
Partido Conservador y defienden el color rojo. Es con
este sentido que en 1867, lo usa Ildefonso Riera
Aguinagalde en Los godos en campaña: «…¡Godos de
Venezuela, convenceos! El país de hoy es un nuevo país;
la Sociedad que se forma, nueva; las raíces que
ahondan, son democráticas; los lazos que se
fortifican, son los populares; las relaciones que se
estrechan, son las de las masas; los intereses que se
crean, serán los permanentes del porvenir; la patria
aparece con una nueva fisonomía…»
Gran cacao: Se originó de una situación socio-económica.
Durante la Colonia, el cacao venezolano era muy
apreciado y su cultivo y exportación constituyó la
mayor fuente de riqueza de Venezuela. Los dueños de
haciendas eran muy ricos y eventualmente compraban Títulos
nobiliarios, por eso a ellos se les llamaba «grandes
cacaos». Todavía hoy se le dice así a la persona
adinerada y con influencias.
Camisa de mochila: También de una situación
socio-económica surgió «camisa de mochila» que es
una denominación despectiva que se aplicó y todavía
se aplica al hombre muy pobre que tenía que hacer su
ropa de tela de saco. Así lo usa en 1898, R. Cabrera
Malo en Mimi: «Josefita, mi muchacha se fue con un
camisa de mochila, que no tenía ni cinco, ni uno, ni
nada». Hubo inclusive un periódico en 1896 El Camisa
de Mochila, que se proclamaba «El órgano del pueblo».
Las palabras se pueden originar en el nombre de
personajes reales o ficticios:
Juan Bimba: La tradición cumanesa atribuye la
etimología de «Juan Bimba» al nombre de un loco
cumanés que se dice vivió antes de 1853. Lo cierto
es que en 1860 Juan Vicente González usa Juan Bimba
como tonto, mentecato, Juan Bimbe, Juan Bimba o Juan
Bimbas está documentado desde 1900 como el nombre que
se le aplica al prototipo del hombre humilde del
pueblo. Con ese sentido la fijó y la popularizó Andrés
Eloy Blanco en diversas composiciones y en forma humorística
desde la revista Fantoches, en la década de 1930.
Pachano: Fue el nombre que se le dio popularmente a la
moneda de oro equivalente a Bs. 100 cuya acuñación
supervisó el general Jacinto Regino Pachano entre
1886 y 1889 cuando era inspector de la Casa de la
Moneda de Caracas, durante el gobierno de Antonio Guzmán
Blanco. Se atribuye su origen a la exclamación que
lanzó el presidente cuando Pachano le mostró la
moneda: «¡Que bello, Pachano!».
Un árbol americano debe en Venezuela su nombre al
conquistador Garci González de Silva. El árbol es de
mediano tamaño y frutos comestibles; refiriéndose a
éstos, el científico Henri Pittier escribe: «El
fruto es pomífero, y la o las semillas están
envueltas (...) en una carne amarilla dulce, de
consistencia parecida a la de la yema de un huevo
cocido duro». En un expediente relativo a
encomiendas, del año de 1674, en Caracas, el testigo
Mateo Gil de Guzmán, declara haberle oído decir a su
propio padre y a otros ancianos contemporáneos de
Garci González de Silva, que éste «…en una correría
que hizo (...) se había remontado tanto con la
infantería que llevaba que se perdió y anduvo muchos
días pasando grandes necesidades con muertes de
algunos soldados, que para remediar la necesidad de
bastimento el dicho maestre de campo y sus soldados se
había sustentado con frutas silvestres que hallaron,
y en particular una que hasta hoy tiene por nombre la
fruta de Garci González…» En 1828 el Libertador
relató este episodio, que pudo conocer por tradición,
a Luis Perú de Lacroix, quien lo mencionó en el
Diario de Bucaramanga. Es posible, igualmente, que el
nombre de Gonzalito o Gonzalico, dado a un pájaro
venezolano, tenga su origen en Garci González de
Silva, cuyo penacho amarillo y negro guardaría relación
con los colores del ave, de cuerpo amarillo y alas y
cola negras; pero en este caso la atribución se
sustenta sólo en la tradición recogida por
historiadores como Isaac J. Pardo en su obra Esta
tierra de Gracia.
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